Hablar hasta el cansancio de mis logros y preparación no tiene ningún sentido si no queda claro primero lo fundamental: ¿Qué puedo yo hacer por vos?. ¿Qué vas a poder lograr conmigo?.

Esto es lo que en realidad importa, lo otro son adornos… formas de argumentar por qué soy una buena opción para eso que estás buscando. Pero es vital que quede claro eso como te impacta. Sin eso no hay nada. Eso es lo realmente importante. 

Pero te lo voy a contar al final…

Lo que se viene a continuación es un toque largo. Te lo advierto por que si sos de esos a los que les aburre leer, puede ser un buen momento para abandonar la misión. Sin resentimientos. Sin rencores. (Igual no me voy a enterar.) 

Un amigo consultor con el que discuto con frecuencia temas estratégicos, me sugirió poner que ayudo a las empresas y personas que así lo requieren a ganar más plata. Así, sin rodeos. La acumulación de riqueza como fin último. 

y sí, claro que es cierto. Pero es aburrido eso. Y carece de fondo. 

En realidad mi objetivo es otro. No me gusta decir que es más noble. Suena pretencioso. Pero podría decir que son dos: Estabilidad y Libertad. 

Y es que reflexionando profundamente sobre mi historia, y sobre lo mucho o poco que he conocido de este estúpido y sensual mundo en el que navegamos, es banal la plata sin lo anterior. 

El dinero, la plata, el billete no debería al menos a mi parecer ser el fin último, sino un medio para la consecución de los valores que menciono. Estabilidad y libertad. 

Estos dos valores alimentan MI razón de ser. Estos dos valores son los que intento dar a mis clientes. 

El medio: Incrementar sus ventas. Su facturación. Su posibilidad de dedicarse a LO que aman. Su posibilidad de dedicarse a LOS que aman. 

Vamos a hacer plata en el camino, sin duda. No obstante la decisión de qué hacer con ella, es personal. La plata es tuya, como tuya la decisión de ser su esclavo o su amo. 

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Dejemos a un lado el trascendentalismo y veamos la realidad. La realidad? Sí. Lo que interpretamos como ella. 

A la gente le encanta hacer categorías. Los unos, los otros. Aquí, allá. Y así, nos la pasamos la mayoría de nuestras vidas categorizando. 

Y como parte de esto viene la división: El mundo Off line y On line…

A ver… hay uno! es el mundo. No dos mundos. A lo sumo un nuevo canal. Una manera de difusión. Una nueva herramienta para consultar, para ser consultado. Pero el mundo es el mismo. 

Esta nueva herramienta no es menor. Tan relevante es, que consideramos nuestra época la de la tercera revolución. La revolución digital. 

Y en el contexto actual, en el 2020 esta nueva revolución se aceleró. No voy a explicarte contextos de pandemia ni otras cosas que todos y cada uno de nosotros estamos experimentando en carne propia. 

El tema, es que hoy en día, cada vez mas personas (por no sonar absolutos) cuando tienen un problema o necesidad por resolver, lo buscan en Internet. 

Por dar una cifra, solo en America Latina, en este momento que estás leyendo esto, hay 500 millones de personas conectadas a internet. 

¡500 Millones de personas!

Mirá, no sé en donde estás en este momento que estás leyendo esto, pero pará un segundo y levantá la cabeza. Mirá un segundo alrededor tuyo, y fijate: Cuántas de las personas de las que ves en este momento tienen la cabeza clavada en una pantalla?

No, que estás solo, bueno… cuantos viste conectados la última vez que estuviste rodeado de gente?

Entonces, definitivamente y con este contexto, tu presencia en el “mundo online” no es necesaria: es OBLIGATORIA. 

Porque hay gente que te necesita.

Porque hay gente que te está buscando. 

Porque es TU responsabilidad que te encuentren. 

Porque muy posiblemente tenés la solución al problema que tienen. 

Es lo mínimo no?

Entonces deberías tener presencia de cualquier manera? No. 

Hombre si, pero no de cualquier manera. De cualquier manera no funciona. 

A esto le tenemos que meter estrategia. 

Querés saber cómo, te lo cuento, pero antes, te cuento el por qué de todo esto. 

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Tengo padre y madre…ambos viven….Nelly y Carlos se llaman.

Se casaron en octubre 1974. 

Un año después, en diciembre del 75 nació este pecho. Producto de esta relación, nacieron también Mauricio, y Andrés. 

Cuando se casaron aun vivía mi abuelo, Emil, un inmigrante libanés, que llegó a Cali desplazado por la situación de violencia en su país en el que, el año de mi nacimiento padeció el principio de una despiadada guerra civil que no viene al caso en este momento.

Como buen libanés, gran trabajador y muy pronto un exitoso hombre de negocios en la ciudad.

Pese al desacuerdo de Emil, ante la citada unión marital, mis padres empezaron a trabajar en uno de sus almacenes.

Cuento con la suerte de decir que tuve una infancia afortunada, con abundancia pero sin excesos, y sobre todo llena de cariño.

Bueno… ¿y por qué comparto con vos todo esto?… ya verás…

Fue cuestión de tiempo para que la personalidad de mi abuelo, digamos difícil, chocara con la de mis padres, y como resultado de esto, el inicio de una montaña rusa con la situación económica de mi casa. 

Empieza un periplo de mis padres divagando entre un negocio y otros (no se llamaban a ellos mismos «emprendedores». Comerciantes se decía en esa época), algunos con éxitos puntuales, pero con una constante curva descendente en nuestra situación. 

Acompañado a este deterioro económico, lento pero constante, comenzó el deterioro de su relación y con él, la armonía que alguna vez estuvo presente en mi casa, desaparecía lentamente. 

Puedo afirmar que siendo hijos de los mismos padres, mis hermanos y yo crecimos en hogares muy diferentes.

El hogar de Mauricio, 7 años menor que yo, ya se caracterizaba por una estrechez económica y una tensión creciente entre nuestros padres. 

El de Andrés, 12 años menor, estuvo ya marcado por una casa donde en ocasiones se vivía un infierno, donde primaban los gritos, el desespero y la permanente angustia que provoca dejar de pagar una cosa, para poder pagar la otra. 

30 años después mis papás decidieron separarse. 30 años! Se dicen fácil…pero una relación de 30 años llegó a su fin. 

Sería injusto decir que mis padres son malos trabajadores.

De hecho, para ser honesto, fui testigo de innumerables noches de no parar. De levantarse a las 3 a.m para moler en lo que fuera el negocio de turno. De padecerlo, de sufrirlo, de cosechar algunos éxitos y de sufrir fracasos. 

Entonces…¿Qué pasó? ¿A qué se debió esta situación?

A mis 46 años (con varios de terapia incluidos) he podido llegar a ciertas conclusiones. 

La más relevante (para este análisis) es una: mis papás nunca aprendieron a vender. 

Emil sabía (y lo sabía hacer MUY bien)…mis papás no.

Eran de la escuela de que si uno hacía bien las cosas, los clientes llegaban. Noto que hay una escuela de pensamiento muy alineada con eso. Como si el voz a voz  y la magia se juntaran para sacar adelante un negocio. 

Por lo tanto, que pase lo contrario debería ser un conjunto de cosas externas que se juntan para que no salgan bien las cosas. Para seguir en la misma línea, los clientes no hacen el voz a voz necesario (que cabrones, ¿verdad?), y por otra parte algo de brujería también nos deben estar haciendo!

Razones externas para explicar una situación interna. 

La responsabilidad de la venta es inherente a cada negocio, no a los clientes. 

Soy de los que comulga con la afirmación de que “la plata no compra la felicidad”, pero si creo que la ausencia de ella la dificulta tremendamente. 

Y estoy cada vez más convencido de que la generación de riqueza tiene como pilar fundamental la venta. 

Estaría entrando en el campo especulativo si dijera que si la situación económica en mi casa hubiera sido otra, otro hubiera sido el resultado de la historia de mis padres. No lo sabremos nunca. 

Pero entre más me dedico a las ventas mas me convenzo de que es una habilidad absolutamente necesaria. 

Para lo que sea! Así incluso pensemos que no queremos ser “vendedores”, todos vendemos, todos compramos. 

Bueno, si…pero ¿quién sos vos? ¿Cuáles son tus logros?

Es una pregunta justa. Sería raro que no la hicieras

Mi mayor logro es preparar unas costillas que se desprenden del hueso, para chuparse los dedos. También hago unos huevos benedictinos con salsa holandesa que son la envidia de cualquier restaurante (como ves, me gusta cocinar)

También creo que fue un gran logro hacer el camino de Santiago (una experiencia que recomiendo a cualquiera que esté leyendo esto)

Mas allá de esto, hace mil años me gradué de Economía. Me demoré un montón. Era muy vago!. Pero no me preguntés por qué extraño motivo, desde ahí me convertí en un nerd.

Desde ese momento no he parado de formarme. Dos maestrías, una especialización e innumerables formaciones y diplomados. He invertido MUCHA plata y tiempo en estudiar. (y no paro!)

Y hace unos años descubrí una gran pasión: Enseñar. Soy profesor. Y soy muy bueno en lo que hago. No quiero mentir en eso. 

Estoy convencido de que cuando uno domina un tema, lo puede transmitir sin tecnicismos ni terminologías rebuscadas. Incluso a personas que no son expertas en un tema. 

Ah… y tengo una agencia comercial y de mercadeo. Movie-Mark se llama.

No quiero sonar petulante con esto que te digo, ni quiero pretender venderme como un crack. Pero a través de los años he aprendido a aceptar tanto mis defectos como mis virtudes.

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TE RESUMO UN POQUITO…

Papás: Nelly y Carlos. Abuelo: Emil. Emil sabía vender. Nelly y Carlos no.

Hermanos Mauricio y Andrés. Hogar acabado por la razón antes planteada. 

Mi objetivo: que eso no te pase a vos. Ni a mi. Ni a otros Mauricios. Ni a otros Andréseseses. 

Costillas brutales. Huevos benedictinos: Uno A.

Me apasiona enseñar. Soy muy bueno en ello. Lo pongo a tu disposición. 

Escribo correos seguidos. En ellos entretengo y enseño. También vendo. 

¿Querés aprender sobre este tema de ventas y mercadeo? Bienvenido. Bacanísimo contar con vos. Suscribite. 

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O PODÉS SEGUIR INDAGANDO…